Nerea debe estar pensando en alguna gamberrada, en como colapsar al fotógrafo o como montar un buen sarao. No se sabe, pero seguro que lo que vino después fue alegre, explosivo y original. No podría ser de otra manera. Nerea esta llena de arena fina y sal en los brazos, desnuda hasta donde llega la fotografía y con los labios cortados por el sol y el salitre. Hay mucha luz y entorna los ojos ligeramente.
Audrey Hepburn está harta de sus responsabilidades diplomáticas, le duelen los pies de tanta recepción a embajadores y nobleza de la vieja Europa y quiere volar libre por las vías romanas, con sus vespas, bicicletas y antiguos monumentos iluminados por un tórrido sol. Vuela hasta Roma de vacaciones.
Nerea en cambio viaja a Formentera, también harta de otras diplomacias y recepciones, con ganas de volar libre. Como un jilguero de brillante vuelo recorre la isla en moto y sin carnet, con romanos que la piropean y con los pechos semidesnudos al torrido sol. Por la noche se pinta los labios de rojo como la Hepburn. Han pasado cincuenta años y se puede permitir miradas más lascivas y los senos al aire. No tiene miedo a nada, su cantar es más sútil y colorido: no hay buitre romano con motorini en la isla que pueda ensordecer su timbre.
Los budistas dicen que el tiempo es una ficción y la causalidad un mito: enrealidad no han pasado cincuenta años, es el mismo instante que se ha parado y ya no se pierde en el tiempo. La vida es un círculo. Los ojos de las dos princesas desbordan magia, sensualidad y sus miradas son infinitas. Te dejan clavado en el tiempo.
La princesa está viva y chispeante, ¿en qué trastada estará pensando la princesa?
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